La mayoría de las pautas dietéticas no incluyen la ingesta diaria recomendada de prebióticos. Sin embargo, el consumo de esta sustancia se relaciona con una mejor regulación de la glucosa sanguínea, una mejor absorción de los minerales de los alimentos, como el calcio, y con marcadores de una mejor función digestiva e inmunológica, tal y como ya han señalado varios estudios.
Ahora, una nueva investigación que han realizado investigadores de la Universidad Estatal de San José ha conseguido estimar el contenido de prebióticos de 8.690 alimentos. Según sus hallazgos, alrededor del 37% de los alimentos de la base de datos poseían prebióticos.
Aunque sólo los cinco primeros contenían entre 100 y 240 mg de prebióticos por gramo de alimento (mg/g), como es el caso de la cebolla, una fuente de fibra que puede reducir la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares, insuficiencias cardíacas e infartos. También ayuda a reducir el colesterol, como señalan desde la Federación española del corazón.
Este alimento es uno de los pilares fundamentales de cualquier receta mediterránea y no solo aporta sabor a nuestras recetas, sino que se trata de un ‘superalimento’ de toda la vida repleto de propiedades beneficiosas para nuestro organismo. Con el consumo de poco más de 100 gramos —es decir, media cebolla pequeña— sería suficiente para obtener cinco gramos de prebióticos.
Beneficios de la cebolla
Al estar compuesta principalmente por agua, es muy ligera en calorías y los hidratos de carbono son algunos de sus nutrientes más abundantes, seguido de la fibra. Según la Fundación Española de Nutrición, una ración de 150 gramos cubre el 48% de la ingesta recomendada de vitamina C, que protege las células de la oxidación.
Además, es una fuente de potasio y contiene un alto porcentaje de oligoelementos. No podemos olvidarnos de sus fitoquímicos, especialmente del flavonoide quercitina, el ingrediente natural de la cebolla que reduce la hipertensión. Se trata de un antioxidante más potente que la vitamina E y que tiene propiedades antiinflamatorias y proporciona mejoras en la salud cardiovascular y digestiva.
La cebolla combate la fermentación intestinal y la presencia de parásitos y hongos. Como es prebiótica, no sólo estimula el crecimiento de bifidobacterias en el intestino mejorando el equilibrio de la flora intestinal, sino que también reduce el riesgo de cáncer de colon.
Su bajo contenido en sodio y alto en potasio también le otorgan propiedades diuréticas que ayudan con edemas, hipertensión e hinchazón de piernas. Estimula el páncreas y reduce los niveles de azúcar en sangre, al tiempo que también es antiséptica por sus componentes azufrados y es beneficiosa para curar los resfriados, la tos, la bronquitis y el asma. Eso sí, hay muchos remedios caseros con esta hortaliza que tienen más de mito que de realidad.
A la hora de tomar la cebolla debemos de tener en cuenta que algunos de sus nutrientes son termosensibles. Es decir, que al cocinarse se pierde gran parte de ese valor nutricional. Eso le pasa, por ejemplo, a la vitamina C. Sin embargo, los flavonoides antioxidantes resisten al calor. Esto conviene tenerlo en cuenta cuando vayamos a combinar preparaciones con su ingesta en crudo.